Las "máquinas", potentes computadoras positrónicas que se utilizan para optimizar la economía mundial y la producción de alimentos, comienzan a dar instrucciones que parecen ir en contra de sus funciones.
Así que decidió consultar a los otros cuatro coordinadores regionales (Regiones del Este, Tropical, Europea y del Norte respectivamente) para saber lo que pensaban, y finalmente decidió ponerse en contacto con la robopsicóloga Susan Calvin.
Después de una larga charla, juntos descubren que las máquinas han generalizado la primera ley de la robótica al convertirla en "un robot no puede dañar a la humanidad, ni puede permitir, por su falta de intervención, que la humanidad reciba daño" (una anticipación a la ley Cero más tarde hipotetizada por R. Daneel Olivaw en robots y El Imperio).
Calvin concluye que las anomalías "son actos deliberados de máquinas, que les permiten perpetrar un pequeño daño a personas individuales seleccionadas para evitar un gran daño al futuro de toda la humanidad."
Asimov volvió a este tema en El sol desnudo y los robots del amanecer, en el que la influencia y el control no es una conspiración limitada como la de las máquinas, sino que es la influencia que una multitud de robots logran aplicar sin saberlo en el desarrollo de la humanidad.