Fue un diplomático francés que comenzó a ejercer justo antes la Primera Guerra Mundial.
Toda vida religiosa se ha extinguido bajo la capa de la opresión del silencio.
Sus aspiraciones, sus preocupaciones políticas esenciales, la empujan hacia las naciones democráticas de Occidente.
Su Gobierno desea sinceramente, así lo proclama, ganar la audiencia del mundo, hacer evolucionar a España según sus principios y siguiendo sus vías.
Pero permanece mudo hacia el catolicismo y no lo tolera en absoluto.
El contraste es tan flagrante que despierta dudas sobre su sinceridad, que arrastra el descrédito sobre todas sus restantes declaraciones y hasta sobre sus verdaderos sentimientos.