Pero al otro lado de su magnífico nivel baloncestístico se encontró con sus primeros contactos con las drogas, comenzó a fumar marihuana, lo que le hace ser expulsado de la escuela, lo que le llevó a ingresar en un instituto privado, el Laurindburg, en Carolina del Norte.
En su vuelta a Rucker Park se hizo aún más famoso de lo que era allí, y prácticamente su vida era el baloncesto, pues jugaba todos los partidos que podía y apenas descansaba.
Se dice que nadie ha vuelto a poder realizar esta acción tan bien como Manigault.
Fue acusado y enviado a prisión por posesión de drogas en 1969, pasando 16 meses en la cárcel.
En 1998, ya en un estado físico y de salud bastante pobre, murió debido a un ataque al corazón.