La epoetina, igual que su equivalente natural (EPO), estimula la eritropoyesis, es decir, la producción de eritrocitos (también llamados glóbulos rojos o hematíes).
Sin embargo, este procedimiento suponía un importante obstáculo para su obtención y posterior utilización, al conseguirse sólo pequeñas cantidades que resultaban insuficientes para atender a la demanda.
La epoetina, lograda mediante tecnología recombinante, se obtiene sintéticamente y por tanto puede producirse en grandes cantidades.
Aunque ambas variantes tienen una farmacocinética similar, la epoetina beta tienen una metabolización más lenta, llegando a necesitar en caso de utilizarse la vía intravenosa hasta un 20% más de tiempo que la epoetina alfa para su eliminación total del organismo (la diferencia es menor cuando se utiliza la vía subcutánea).
La epoetina (alfa y beta) es detectable en los controles antidopaje desde finales del siglo XX.