En 1841, el arma es ofrecida a Prusia, que la prueba en el mayor secreto y la adopta definitivamente en 1848.
Finalmente, los prusianos ganaron la batalla causando cuantiosas pérdidas a su enemigo, gracias al poder de fuego que les brindaba el fusil Dreyse.
El Dreyse poseía un cañón de ánima estriada, lo que le daba una excelente precisión.
Esto a veces llegaba a tal grado que los soldados equipados con este fusil tenían que ayudarse para cerrar y abrir el cerrojo con algún elemento -por ejemplo, una piedra-, pues con la mano no resultaba fácil.
El cartucho, integraba todos los elementos del disparo (bala, fulminante y pólvora) en una sola unidad, pero en un orden muy particular.