Sheldon Dingwall, fundador y propietario de la empresa, había comenzado su carrera como músico profesional, habiendo empezado por el ukelele, el piano, la batería y la guitarra.
Del mismo modo, en las cercanías de su vecindario habitaba Glenn McDougall, el reconocido luthier que estaba detrás de Fury Guitars y una figura que estimuló al joven Dingwall a montar su propio taller.
Tras este primer paso, comenzó a dedicarse al negocio de la reparación de instrumentos, un período que duraría varios años y en el que Dingwall adquiriría la experiencia necesaria para lanzarse a la construcción de instrumentos completos, primero guitarras y luego bajos.
Aunque la recepción inicial del instrumento fue tibia, el excepcional sonido del mismo -que la revista Bass Player definió en 1997 como "la voz de dios"- acabó cautivando a los aficionados y profesionales.
[1] En 1996 un incendio destruyó por completo las instalaciones de la compañía, que antes de la compañía se había vuelto a establecer para sacar al mercado su Afterburner, un modelo bautizado en recuerdo del incidente.