[2][3] La desmalvinización despojó todo acto heroico y patriótico ocurrido en las islas, además de sintetizar el clima social y político imperante en Argentina al finalizar el conflicto del Atlántico Sur.
[4] El concepto se puede definir como «un dispositivo político-discursivo orientado a producir un “relato” e instalar un “imaginario” sobre Malvinas en la sociedad argentina».
El reclamo por Malvinas permitía, según Rouquié, justificar la existencia y función de las fuerzas armadas.
[9] Creía que en los jóvenes, con el sentimiento patriota, podrían resurgir un populismo similar al peronismo de 1945.
[4] Rouquié, en una entrevista realizada por Osvaldo Soriano para la revista Humor Registrado en 1983, dijo que:[10][3][6]
Los discursos que relacionan la cuestión Malvinas con la intervención de la última dictadura cívico-militar ignoran que la preocupación y el debate en torno a las Malvinas se remontan a mediados del siglo XIX, y no son patrimonio exclusivo de los militares.
[9] Las principales posturas de la desmalvinización fueron:[5][3][12][6] La sociedad en general consideraba que las fuerzas armadas no habían sabido cumplir con su función específica.
Desde esta perspectiva los soldados argentinos no sufrieron tanto por los continuos ataques de las fuerzas británicas, como por el maltrato infligido por sus superiores.
[15] Por otra parte, en 1982 ocurrieron diversas manifestaciones en Buenos Aires donde aparecían pancartas con la leyenda «Malvinas sí, Proceso no», donde se demostraba el apoyo a la causa Malvinas y la oposición al gobierno militar.
[19] Pocos días después de finalizar la guerra, los excombatientes retornaron al continente siendo ocultados por las autoridades militares.
Ordenaron que el regreso se hiciera sin aglomeraciones de público y prácticamente a escondidas.
[20] El gobierno militar obligó a los combatientes a firmar un documento en el que se comprometían a no declarar nada acerca de lo vivido en las islas,[4] relacionado con la experiencia vivida en la guerra y, en particular, por las torturas y vejámenes sufridos por los soldados conscriptos por parte de oficiales y suboficiales.
[2] Años después del retorno a la democracia, los tres responsables de la Junta Militar que condujeron a la guerra, Leopoldo Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo, fueron condenados a 12 años de cárcel por «negligencia», al no haber previsto la reacción del gobierno británico.
[26] Los excombatientes reclamaron que se conformara una comisión bicameral para analizar las responsabilidades de la guerra, pero fueron ignorados.
[29] Nicolás Kasanzew, por el único cronista que cubrió hasta el último día la guerra para Canal 7, tras finalizar la guerra fue difamado por los militares, prohibido por el gobierno de Raúl Alfonsín y debió exiliarse en Estados Unidos.
[6] A diferencia del discurso desmalvinizador que fue impuesto desde las elites, el contradiscurso malvinizador surgió desde los sectores populares.
La causa Malvinas fue resignificada, y los excombatientes pasaron de ser considerados loquitos a héroes.
También aparecieron afiches donde mostraban soldados argentinos de la guerra con la leyenda «seguimos siendo olvidados».