Dead Man Walking

De esta relación con Sonnier surgió su libro ("Dead Man Walking"), un testimonio espiritual y profundamente conmovedor sobre el sistema judicial criminal estadounidense.

Ella busca exponer con angustioso estupor el dolor y el sufrimiento de todos los que tienen algo que ver con la pena capital: los criminales, los familiares de las víctimas, los guardias carcelarios y ejecutores, la sociedad entera.

Mattew Poncelet es un condenado a muerte en Luisiana por el asesinato de dos adolescentes, aunque él afirma no haberlo cometido, dice que lo había hecho su compañero aquella noche.

La última semana, es una lucha constante por salvar la vida de Mattew, apelando a los derechos humanos e intentado hacer ver que el reo es una persona, y que el asesinato está mal, lo cometa quién lo cometa, pero que por eso no se debe pagar con la vida de uno mismo.

Dos policías aprietan al unísono dos botones, la máquina empieza a funcionar y las luces amarillas se encienden, los émbolos de las jeringuillas se mueven, un líquido entra en los brazos del condenado.

[8]​ Recibió también el premio del jurado ecuménico de este certamen alemán.

[9]​ En Estados Unidos son varios los lugares en los que se sigue utilizando la pena capital para condenar algunos crímenes, pero es usada mayoritariamente en gente de raza negra, hispana, y gente con pocos recursos económicos.

La silla eléctrica se ha suprimido, siendo ahora la forma más utilizada para este tipo de castigo, la inyección letal.

La película tuvo un éxito en cuanto a las bandas sonoras, por lo que la discográfica Columbia Records, decide lanzar el álbum con el mismo nombre en 1995 y no tarda más que un año en ser reconocido mundialmente.

En 2002, Tim Robbins, quien adaptó el libro para la película, también escribió una versión teatral de Dead Man Walking (play).

Louisiana State Penitentiary lugar de rodaje de la película