De hecho un político nacido en la antigua Carelia finlandesa, Johannes Virolainen, hizo breve campaña en la década de 1950 (en plena Guerra Fría) para que la URSS devolviese Carelia a Finlandia.
Al no hallar respuesta positiva, Kekkonen intentó mantener dichas gestiones sobre Carelia fuera de la discusión pública para evitar un daño a las relaciones de Finlandia con la URSS; sin embargo, con el paso de los años, la controversia perdió vigor y hacia 1970 había sido casi olvidada por la opinión pública.
[cita requerida] En 2000, el sucesor de Yeltsin, Vladímir Putin, indicó que tales discusiones sobre Carelia podían dañar las buenas relaciones ruso-finlandesas, al año siguiente indicó que «cambiar las fronteras no es el mejor modo de solucionar problemas».
Se calcula que en 2004 había 370 000 personas residiendo en Carelia, casi todas de origen ruso, y quienes se oponen a la recuperación de Carelia alegan que ello implicaría forzosamente la existencia de una minoría étnica rusa en Finlandia, que podría causar posibles tensiones internas y externas.
Otros finlandeses alegan que una minoría étnica de rusos generaría un nuevo gasto presupuestario, pues las normas de la Unión Europea exigen dar servicios administrativos a esta minoría en su propio idioma (lo que haría preciso instruir en idioma ruso a todo funcionario finlandés asignado a la zona).