Por lo general, había un tapón en ambos extremos, en ejemplos posteriores con resorte para cerrar automáticamente por seguridad.
[2] El interior y el exterior de un cuerno de pólvora a menudo se pulían para hacerlo translúcido y así el soldado pudiera ver cuánta pólvora le quedaba.
Se tomaron diversas precauciones, tanto en el diseño como en el uso de las medidas de pólvora utilizadas con los matraces, o en los propios matraces, para evitar que esto sucediera.
Comenzaron a ser sustituidos por matraces de cobre en el siglo XIX.
El cuerno de pólvora quedó obsoleto por las innovaciones aportadas por Hall, Sharps, Spencer y el desarrollo posterior de cartuchos autónomos que fueron desarrollados y comercializados con éxito por Oliver Winchester, después de lo cual los cartuchos metálicos fabricados se convirtieron en estándar.