No se debe confundir este animal con otro euplérido, cuyo nombre científico (Fossa fossana) puede llevar a equívocos.
Bennett originalmente colocó al fosa como un tipo de civeta en la familia Viverridae, una clasificación que se hizo popular entre los taxónomos.
En 1939, William King Gregory y Milo Hellman colocaron al fosa en su propia subfamilia dentro de Felidae, Cryptoproctinae.
Tienen ojos de color marrón medio, relativamente separados, con pupilas que se contraen hasta convertirse en rendijas.
Cuando están en celo, pueden presentar una coloración anaranjada en el abdomen debido a una sustancia rojiza segregada por una glándula pectoral, pero esto no ha sido observado sistemáticamente por todos los investigadores.
[8][5] Varias de las características físicas del animal son adaptaciones para trepar por los árboles.
El glande se extiende hasta la mitad del órgano y es espinoso, excepto en la punta.
[9] Las hembras no tienen pseudoescroto,[5] pero segregan una sustancia anaranjada que da color sus partes inferiores, muy parecido a como ocurre con las secreciones de los machos.
Son animales solitarios y territoriales que marcan su dominio gracias a las secreciones de potentes glándulas odoríferas.
[5] Por lo general, los animales no reutilizan los lugares donde duermen, pero las hembras con crías vuelven a la misma madriguera.
Las áreas de campeo crecen durante la estación seca, quizá porque hay menos comida y agua disponibles.
Salvo madres con crías y observaciones ocasionales de machos en pares, los animales suelen encontrarse solos, por lo que la especie se considera solitaria.
Un aullido largo y agudo puede funcionar para atraer a otros fosas.
También se comunican mediante expresiones faciales y corporales, pero el significado de estas señales es incierto.
Los animales son agresivos sólo durante el apareamiento, y los machos en particular luchan de manera arriesgada.
[3] En cautividad, las fosas no suelen ser agresivas y a veces incluso se dejan acariciar por un cuidador del zoo, pero los machos adultos en particular pueden intentar morder.
En cualquier momento, la hembra desencantada puede retirarse, incluso en mitad del acoplamiento (algo muy doloroso para un fosa macho, pues su pene erecto, casi tan largo como el torso, puede quedarse enganchado).
[6] En cautiverio en el hemisferio norte, los fosas en cambio se aparean en la primavera boreal, de marzo a julio.
La hembra parece elegir al macho con el que se aparea, y los machos compiten por la atención de la hembra emitiendo un número significativo de vocalizaciones y participando en numerosas interacciones antagónicas.
La hembra puede elegir aparearse con varios machos, y su elección no parece tener ninguna correlación con la apariencia física de estos.
Los machos ponen las patas sobre los hombros[6] de las hembras o las agarran por la cintura y a menudo les lamen el cuello.
[12] Esta duración inusual se debe a la naturaleza física del pene erecto del macho, que tiene espinas que apuntan hacia atrás en la mayor parte de su larga longitud (en estado de erección pueden alargarse hasta sus patas delanteras).
Una sola hembra puede ocupar un árbol hasta por una semana, apareándose con varios machos durante ese tiempo.
Asimismo, otras hembras pueden ocupar su lugar, apareándose tanto con algunos de los mismos machos como con otros.
[5] Contrariamente a lo concluido por investigaciones anteriores, se ha encontrado que las camadas son de sexos mixtos.
Los cachorros no consumen alimentos sólidos sino hasta los tres meses y no abandonan la madriguera hasta los 4,5 meses; son destetados poco después.,[3][5] Tras su primer año, los jóvenes son independientes de su madre.
En las zonas rurales se le acusa de matar gallinas, patos y cerdos.