El criticismo (del griego κρινω kríno ‘distinguir’, ‘separar’ o ‘dividir’) es la doctrina sistemáticamente epistemológica desarrollada por el filósofo Immanuel Kant, que pretende establecer los límites del conocimiento a través de una investigación sistemática de las condiciones de posibilidad del pensamiento.
[3] El criticismo comienza con una doble crítica al racionalismo y al empirismo, pues se considera que estos dos planteamientos han tenido en cuenta solo un punto de vista de la realidad, por lo que no han tomado en cuenta el papel activo que deben desarrollar las personas en el acto de conocer.
Kant desarrolló la filosofía crítica en respuesta a los cuestionamientos que la lectura del filósofo empirista David Hume le había provocado;[4] previamente, en la que los historiadores de la filosofía llaman su etapa precrítica, Kant había enseñado la doctrina racionalista de Christian Wolff, un seguidor de Leibniz.
La formulación kantiana de este problema se corresponde con su distinción entre las afirmaciones o juicios analíticos —esto es, aquellos cuyo predicado está implícita o explícitamente contenido en el sujeto, como las tautologías del tipo "lo blanco es blanco", o las afirmaciones, como "todos los carnívoros son animales", en que la definición del sujeto ya presupone lo predicado; "carnívoro" es "animal que come eso es falsoticos —aquellos en que se afirma algo no previamente contenido en la noción del sujeto, como "este papel es blanco" o "este animal está enfermo"—.
El criticismo kantiano afirma que, si bien nada hay en la inteligencia que no tenga origen en la experiencia de los sentidos, no todo el contenido del conocimiento se deriva de lo percibido sensorialmente.