Cuando tenía cinco años comenzó a experimentar visiones místicas.
Al cumplir doce, sus padres arreglaron que contrajera matrimonio, por lo que ella huyó de su casa y se unió a una comunidad de beguinas en Colonia.
A la edad de quince años manifestó estigmas en sus manos, pies y cabeza.
Estas experiencias místicas provocaron que las mujeres de su comunidad la creyeran loca, por lo que fue menospreciada y obligada a volver a su hogar en 1267.
Fue enterrada en el cementerio parroquial de Stommeln, sin embargo, sus restos han sido movidos en varias ocasiones: primero dentro de la iglesia; luego, en 1342, a Nideggen; finalmente, en 1569, a la iglesia de Provost (Propsteikirche) en Jülich, donde aún se halla un monumento dedicado a Cristina.