Crispín de Viterbo

Su madre, en su juventud, le inspira una gran devoción a la Virgen María.

Cada vez que ella llevaba a su hijo a la iglesia, se detenían delante del altar de la Virgen y le decía «He aquí tu verdadera Madre».

Con el poco dinero que ganaba, Crispín compraba flores para llevárselas a la Virgen.

Se integra a la Comunidad donde hace todas las tareas que le piden: cavar en el jardín, pedir limosna, tareas de cocinero, sanar a los enfermos, etc., en alegría y en un buen humor constantes.

Cabe mencionar que cuando se sometía a casos dolorosos o difíciles, respondía: «Déjenme hablar con mi Señora Madre (la mia Signora Madre), después regresa a verme...».