Santa Teresa se encontró con dos ermitaños, Mariano Azzaro y Juan Narduch, que querían conocerla.
A principios del siglo XVII una tormenta acabó con el edificio primitivo y los frailes decidieron levantar uno nuevo en las cercanías.
A los pies está el sotocoro, sobre el que se sitúan las ventanas y rejas de clausura.
La nave se cubrió con bóveda de medio cañón algo rebajada con lunetos para la ventanas y dividida en tres tramos por dos arcos fajones que descansan sobre pilastras en la zona del altar y sobre ménsulas colgadas hacia los pies.
Las obras de la iglesia se finalizaron estando ocupado ya el convento por las concepcionistas, limitándose a dar mayor riqueza al interior, sin modificar el exterior.