El convento es visitado por el obispo Mariano Martí en el año 1778, el cual lo describe como una edificación de una sola planta, presentando claustros, patio central, celdas, enfermería, refectorio y galerías destinadas a la enseñanza de letras y latín.
Labor encomendada al Ingeniero Mariano Revenga, dichas modificaciones transforman por completo el aspecto de la edificación: Es edificada una planta superior, desapareciendo el nivel de los techos originales, y su fachada es transformada en la que actualmente ostenta.
El antiguo convento edificado en la colonia constaba de una sola planta dispuesta alrededor del claustro y el patio central.
Con las remodelaciones sufridas para cumplir funciones educativas, fue tapiada la puerta por la que se accedía a la capilla, los suelos fueron cambiados, y desapareció la antigua techumbre para construir el segundo nivel de la edificación.
La entrada fue ubicada en el centro de la fachada, y la constituye una gran portada con zaguán.
Superior a dicha portada está un balcón sobre el cual se encuentra el elemento decorativo más importante de la fachada: un frontis semicircular y que ostenta molduras muy ornamentadas, bajo la cual se encuentra un entablamento con rosetones y dentículos; terminando la decoración una balaustrada en el extremo superior de la fachada.