Consolación a Marcia

La Consolación a Marcia, en latín original Ad Marciam de Consolatione (literalmente, «A Marcia, como Consolación») es una obra escrita por Lucio Anneo Séneca en torno al año 50 e.v.

En ella, Séneca desgrana uno de los ejes centrales de su filosofía estoica, a saber, el reconocer e incluso esperar la muerte como algo natural e inevitable que puede sobrevenirnos en cualquier momento, algo que al lector moderno puede resultar un tanto ecléctico frente a las posturas más vitalistas que al respecto suelen adoptarse en la actualidad.

Séneca admira el temple de Livia, pues: «si te aplicas a imitar a la magnánima Livia, más moderada y tranquila en su dolor, no te dejarás consumir en los tormentos».

Aunque Séneca simpatiza con Marcia, a lo largo de la obra insiste en que hemos nacido en un mundo cuyos elementos están destinados a morir, de manera que si Marcia pudiera aceptar que a nadie le es garantizada una vida justa (esto es, una vida en la que los hijos sobreviven a las madres), entonces ella podría acabar al fin con su luto y vivir el resto de su vida en paz y serenidad, concluyendo: «Y cuando llegue el tiempo en que el universo toque a su fin, el mundo habitado prenderá y todas las cosas mortales arderán en una gran conflagración; los astros chocarán entre sí y toda la materia del mundo se abrasará en un fuego común.

Entonces nosotros, almas dichosas, que habremos alcanzado la inmortalidad, y sólo cuando crea Dios más conveniente hacer renacer al universo, volveremos a la sustancia de la que proveníamos, y formaremos la materia del nuevo universo ¡Dichoso pues tu hijo, oh Marcia, que es ahora partícipe de estos misterios!».