Desde su cima se controlan también las dos márgenes de la ría del Nervión, los montes bocineros Oiz y Sollube, con las Peñas del Duranguesado al fondo, llegándose incluso a ver el cabo Villano en días despejados.
Constaba de cuatro pabellones para el alojamiento de las tropas, otros dos utilizados como almacén del acuartelamiento y uno más en la planta baja para el uso del gobernador y los oficiales.
En esa época, se construyeron fortificaciones a lo largo de toda la costa del Cantábrico.
Desde entonces hasta 1936 se redujo su guarnición a un retén compuesto por cuatro soldados y un cabo.
Lamentablemente todos los edificios han perdido la techumbre, varias de las paredes se vienen desmoronando, y abundan los escombros acumulados.