Fueron los mismos concilios que, a partir de la experiencia, establecieron la disciplina sinodal y dictaron las primeras normas.
Los castigos impuestos a los no asistentes sin motivo justificado eran realmente graves, siendo considerada la inasistencia como falta de comunión y solidaridad entre los obispos.
Una para tratar asuntos religiosos, y la otra, asuntos seculares con asistencia activa de nobles; los seglares asistían a los concilios tomando parte activa cuando se trataban cuestiones civiles o mixtas, pero en las cuestiones religiosas eran sólo oyentes.
Esta facilidad al tratar temas políticos, junto a la presencia de laicos en las asambleas, la convocatoria y confirmación por parte del rey, hacía que los concilios sin perder su significado de asambleas religiosas, tuvieran un importante significado civil.
Eran los mismos reyes quienes pedían ayuda a los obispos para solucionar los problemas, pidiendo legislar en temas civiles.