Esta acción reflejó el optimismo estadounidense en la postguerra, con el Congreso declarando que la energía atómica no solo debe ser empleada en forma de armas nucleares para la propia defensa de la nación, sino también para promover la paz mundial, mejorar el bienestar público y fortalecer la libre competencia en el sector privado.
El Congreso dio a la nueva Comisión civil extraordinarios poderes e independencia para llevar a cabo su misión.
Para facilitar a la Comisión una excepcional libertad en la contratación de científicos y profesionales, los empleados de la comisión estaban excluidos del servicio civil del gobierno.
El Laboratorio Nacional estableció el sistema de las instalaciones aprobadas en el marco del Proyecto Manhattan.
Por 1974, los programas regulatorios de la Comisión habían recibido tales ataques que el Congreso decidió abolir la agencia.