[1] Para poder utilizarse en aviones comerciales, los SAF deben someterse a un exhaustivo proceso de homologación[2] para cumplir estrictos criterios de certificación y demostrar que sus características físicas y químicas son casi idénticas a las de los combustibles fósiles y que, por tanto, pueden mezclarse con seguridad.
[3] Una certificación SAF verifica que el combustible sostenible, centrándose en gran medida en la materia prima del mismo, ha cumplido los criterios y las consideraciones de sostenibilidad bajo el llamado "triple resultado" o también denominado como "triple balance", que hace referencia al impacto que la producción de la materia prima tiene en las tres dimensiones: social, económica y ambiental.
La vía oleoquímica y lipídica convierte las materias primas lipídicas (por ejemplo, aceites vegetales, grasa animal o aceite de cocina usado) mediante la hidrogenación en combustibles parafínicos compatibles con la mezcla directa con el combustible de aviación fósil convencional.
[2] El principal combustible de esta familia, certificado por la ASTM, son los ésteres y ácidos grasos hidroprocesados a queroseno parafínico sintético (HEFA-SPK).
En los procesos biocatalíticos avanzados, estos últimos pueden dar lugar a un combustible de entrada o a productos intermedios como los alcoholes de cadena larga, incluidos el butanol y el butanediol, los isoprenoides y los ácidos grasos.
A fecha de 2021, ASTM ha concedido la aprobación al azúcar fermentado hidroprocesado (HFS-SIP) de Gevo, que convierte los azúcares en hidrocarburos utilizando levaduras modificadas, y al alcohol-to-jet (ATJ-SPK)[2] de Lanzatech, que convierte los alcoholes en hidrocarburos mediante deshidratación, oligomerización e hidroprocesamiento.
En comparación con los biocombustibles, los electrocombustibles consigue mayores rendimientos[17] por superficie cuando la energía procede de fuentes renovables, como la fotovoltaica y la eólica.
Por lo tanto, los electrocombustibles puede considerarse una tecnología clave para permitir una producción de combustible totalmente sostenible y regenerativo para la aviación a largo plazo, al tiempo que se evitan los riesgos potenciales y los efectos secundarios adversos del uso energético de la biomasa cultivada y del uso de la tierra.
La OACI (Organización de la Aviación Civil Internacional) y sus Estados miembros han establecido objetivos claros para hacer frente a los retos que se plantean por el cambio climático.
La industria aeronáutica ya está llevando a cabo las investigaciones y los vuelos de prueba necesarios para evaluar los efectos sobre las emisiones y el rendimiento de los aviones, con resultados prometedores.
Según muchos observadores independientes, el SAF representa un claro ejemplo de ecoimpostura.