[1][2][3] Stosch-Sarrasani erigió su primera carpa itinerante en 1901, en la ciudad de Meißen, cercana a Dresde.
En 1928 renovó su parque automotor con 150 vehículos de las firmas Daimler Benz, Hanomag y Opel que le permitieron independizarse definitivamente del ferrocarril.
[1][3] Su hijo Hans Stosch-Sarrasani Junior, heredó el circo con una grave situación financiera –la peor desde su fundación–, y unas nulas relaciones políticas con su país de origen, Alemania.
Sin embargo, lo sacó a flote, tomando decisiones como reducir el tamaño del circo itinerante, convirtiéndolo en una empresa más ágil y fácil de transportar permitiéndole ampliar la cantidad de ciudades a visitar durante sus giras.
[1][3] Bajo su dirección, el circo ubicado en Buenos Aires, era frecuentemente visitado por autoridades políticas, militares y eclesiásticas, y Stosch-Sarrasani Junior era un permanente invitado de honor a las ceremonias institucionales, castrenses o religiosas del país.
Esta situación los dejó sin permiso para emprender nuevas giras y se limitaron sus funciones en el circo estable de Dresde.
También, intentó diseñar una carpa de plástico rígido, proyecto que finalmente quedó frustrado.
Trude Stosch-Sarrasani entregó el legado del Circo Sarrasani al arquitecto argentino, Jorge Bernstein y sus hijos, con quienes mantuvieron amistad por años.
[3][9][12] En el año 2000, el escritor argentino Gustavo Bernstein relató esta historia en el libro Sarrasani, entre la fábula y la epopeya, una crónica novelada del Circo Sarrasani en Europa y América en el marco de los sucesos sociopolíticos del último siglo, estableciendo tres etapas en su trayectoria en función de quién asumía la dirección, con Hans Stosch-Sarrasani el fundador, con su hijo Hans Stoch-Sarrasani y con su esposa Trude Stoch-Sarrasani.