El origen de la Ciencia Divina se remonta a fines del siglo XIX, en los Estados Unidos, cuando en forma paralela e independiente, la Sra.
Nona L. Brooks y sus hermanas, en Denver (Colorado), dieron inicio a sus enseñanzas espirituales; primero, con pequeños grupos en ambas ciudades y posteriormente, organizando las primeras iglesias.
Brooks señala que se recuperó de una úlcera en la garganta en 1886.
Según sus relatos, ellas se conocieron recién en 1889, en Denver, y pudieron comprobar que sus enseñanzas eran prácticamente iguales, por lo que decidieron empezar una estrecha colaboración en la difusión de las mismas.
Se autodefine como una religión no dogmática; afirma que todas las religiones tienen su propia validez, ya que cada una de ellas refleja, a su manera, una forma particular de aproximarse a Dios.