Celestina (Mirbeau)
Trabajando en casa de las familias más “honorables” de París, allí adquirió buenos modales, aprendió a vestirse con elegancia y aprendió a hablar francés con fluidez.Su única distracción, los domingos, es escuchar los chismes del pueblo, en una mercería sucia, y hablar con Rose (Rosa), la sirvienta-amante del grotesco capitán Mauger, vecino de la casa de los Lanlaire.Por un lado, tiene la misma lucidez de Octave Mirbeau, cuando critica la sociedad de su tiempo, y tiene también su estilo, ya que el novelista no se preocupa por la credibilidad novelesca.Pero, por lo tanto, no se debe concluir que la diarista es siempre el portavoz del novelista, porque Celestina obedece a la lógica de su propio carácter.Sus contradicciones son desconcertantes para los lectores: Con sus contradicciones, Celestina ilustra el pesimismo del novelista, quien no cree en la omnipotencia de la razón en el comportamiento humano y no juzga a los hombres capaces de luchar contra la « ley del crimen » que reina en la naturaleza y en las sociedades.