Cecilio Zubillaga Perera
El niño alto y gordo, jopeador de cabras y vendedor de pasto en los alrededores del poblado, va desde muy niño a sentir ese contacto con la naturaleza misma tan fundamental en el Emilio de Juan Jacobo Rousseau.Chio como cariñosamente se le llama en su pueblo, conoció la esperanza en la soledad campesina a muy temprana edad.El día era muy corto para caminar y conocerle alma de los pájaros, de los árboles y de la montaña, la noche era muy larga para estar solo” Es la soledad fiel compañera, partera de grandes reflexiones que van a penetrar en el fondo cósmico de sus sueños, leal y consecuente, esos sueños de lucha por el campesino y por el artesano van a ir de la mano con un cristianismo militante, ya que como hombre, perteneció a un tiempo y un espacio cargado por un dogmatismo católico arraigado en esta comarca de principios del siglo XX, con una vida aletargada por clérigos y capillas, al que se revelaba con fuerzas rompiendo las cadenas de la costumbre y marcaba en el crepúsculo la frase “la tradición… como fuente histórica es dudosa”.De esta forma Pacífico Leal, pseudónimo con el cual va a armarse en la resistencia clandestina contra los esbirros gomecistas, se va a crear un afán, una duda que lo acompaña hasta el último suspiro, historiador en el sentido estricto de ser un soñador, luchador y trabajador del documento, casi siempre desdeñado y olvidado en la hoguera del desinterés, realizaría trabajos absolutamente revolucionarios construyendo una memoria colectiva escribiendo sobre personajes populares, de los barrios y poblados marginados entre cujìes y tunas, creando la historia de las masas o la historia desde abajo, una visión que surgirá en Europa gracias a la escuela de los annales, conformando para generaciones posteriores, la caroreñidad, símbolo y arraigo a nuestro ser y nuestro tiempo.Probablemente este divagar por la vida de tan querido compañero no alcance a ser suficiente ¿Cómo escribirle al hombre olvidado, marginado por un pueblo que han intentado quitarle la memoria?