En la saliente cornisa del entablamento descansan en el interior dos bellos angelitos de broce negro parados sobre unas nubes que sostienen en sus manos una hermosa corona, que se dice que fueron fundidos en Francia por el connotado escultor Frédéric Bartholdi, quien hiciera la Estatua de la Libertad de New York, y cuando estaba en Asís el baldaquino ya contaba con este ornamento.
A los lados del baldaquino enmarcados con una moldura rectangular que le sirve de fondo y parados sobre enormes ménsulas, se encuentran las imágenes escultóricas de San Joaquín a la izquierda, y la de Santa Ana a la derecha.
Culmina el altar mayor en la parte superior con un gran tímpano semicircular en cuyo centro está la magnífica escultura de La Asunción de la Virgen María, realizada también por el prolijo escultor neoclásico Victoriano Acuña, enmarcada con una doble moldura lateralmente y en la parte superior una platabanda que corresponde a una sección del arco de medio punto que la cierra.
La forma que tiene la planta de la edificación es de cruz latina y posee bóvedas de molduras góticas; su via crucis está enmarcado en plata y en la sacristía tiene cuatro pinturas que se le atribuyen a Rubens.
Tiempo después, en 1682, finalizó la construcción del segundo santuario, el cual es en la actualidad la parroquia de San Juan Bautista.