Fue grabador, diseñador, pintor, escultor y escritor, aunque, paradójicamente, la persona que más influyó en la arquitectura del siglo XX no se tituló arquitecto.
[2] En sus inicios recibió la influencia de Tony Garnier y Auguste Perret, como se evidencia por su empleo del hormigón armado.
Le Corbusier representa un racionalismo clasicista, que hunde sus raíces en la arquitectura grecorromana; según afirmaba, su único maestro había sido la Historia.
Los cubos, los conos, las esferas, los cilindros o las pirámides son las grandes formas primarias que la luz revela bien.
[5] Una variante más evolucionada sería la casa Citrohan, concebida por el arquitecto en 1920 como una unidad habitable que serviría como célula mínima para construir bloques de pisos que denominaría immeuble-villas («edificios-ciudad»).
[6] La inspiración le vino del diseño de la marca de coches Citroën —de ahí el nombre, que modificó ligeramente—, cuya fábrica había sido fundada por André Citroën el año anterior.
La siguiente fue la casa Ozenfant en París (1922-1924), construida para su amigo Amédée Ozenfant, con el que editaba la revista L'Esprit Nouveau; es una casa de pequeñas dimensiones inspirada en el arte purista —una variante del cubismo sintético—, cuyo interior recuerda una composición pictórica, con un salón de doble altura dividido en una galería abierta y una biblioteca a la que se accede por unas escaleras metálicas.
[14] Los edificios serían de tres tipologías: rascacielos cruciformes en el centro, casas à redent («en rediente», una serie de edificaciones por quiebros en giro repetido e invertido en ángulo recto) en el medio e immeubles-villas en la periferia.
[11] Esta fue la versión más depurada de Citrohan, en la que incorporó sus Cinco puntos para una nueva arquitectura: la planta baja sobre pilotis, la planta libre, la fachada libre, la ventana longitudinal y la terraza-jardín, que desarrollaría de forma óptima en obras como la villa Stein en Garches (1927) y la villa Savoye en Poissy (1928-1930).