La facultad de legislar correspondería a las Cámaras insulares con el gobernador general.
Las cartas de Cuba y Puerto Rico eran los documentos de autogobierno más avanzados, superando las demandas del Partido Autonomista, pudiendo equipararse por completo a la autonomía establecida por el Reino Unido en Canadá en 1867.
La autonomía cubana provocó un amplio debate en la prensa española, siendo celebrada por los liberales progubernamentales y aceptada por los conservadores, si favorecía el fin de la violencia en la isla.
[2] En la isla fue recibido con hostilidad tanto por los independentistas como por los más intransigentes, que añoraban el gobierno de Valeriano Weyler, cuyas algaradas fueron manipuladas por la prensa amarilla estadounidense para menospreciar el nuevo régimen autonómico.
[4] Sin embargo, la Guerra hispano-estadounidense impidió el pleno desarrollo del autogobierno.