Este escondite no resultaba seguro, por lo que contactaron, cuatro días más tarde, con el diplomático canadiense John Sheardown para pedirle su ayuda.
[1] Este se comunicó con el embajador canadiense Ken Taylor, quien consideró preferible albergar a dos personas del grupo en la embajada, mientras que las demás irían a casa de Sheardown.
Inmediatamente alertado, el ejecutivo canadiense concedió su apoyo a la operación.
Algunos días más tarde, Antonio Mendez y otro especialista de la CIA llegaron a Ottawa para planear la evacuación: los seis rehenes serían presentados como cineastas canadienses que trabajaban para una sociedad ficticia instalada en Hollywood.
Se otorgó una autorización para emitir pasaportes canadienses en secreto para los rehenes.