Lo más común es que los caloríferos lleven el calor a grandes distancias en cuyo caso se colocan en cuevas o habitaciones del piso inferior.
El hogar se cubre de fábrica para que las paredes no dejen perder el calor desde donde parten tubos que conducen el cuerpo portador de calor.
Desde los tiempos más antiguos se han empleado los caloríferos con el nombre de hipocaustos por los romanos y de hangs por los chinos.
En la abadía de Saint-Gall de Suiza existe un hogar designado por la leyenda de este modo Caminus ad calefanciendum u hornillo del hipocausto que va a parar al Evaporatio fumi.
En el centro del techo se lee Subtus calefactoria, lo cual no deja dudas de que el humo pasaba por debajo del pavimento.