Calle de Arlabán

Antes se llamó callejón de los Gitanos, hasta que en el siglo xix se le puso el nombre que conmemora la batalla de Arlabán, ocurrida en 1835, durante la Primera Guerra Carlista.[4]​[a]​[1]​ Quizá buscando esa clientela étnica, y en ese periodo de comienzos del siglo xx, el lutier Manuel Ramírez montó su ‘colmado artesano’ (guitarrería) en los números 10 y 11 de esta calle.[5]​ En aquel local, al parecer fue visitado en 1912 por un joven Andrés Segovia, a quien, el constructor, impresionado por el virtuosismo del guitarrista, decidió regalar el instrumento que quería alquilar.[6]​ Aquella guitarra, quizá envuelta en cierta leyenda,[7]​ acompañó al maestro Segovia a lo largo de su vida, y es una de las que se conservan en el Museo Metropolitano de Nueva York,[8]​ donadas por la viuda del guitarrista, Emilita Segovia.[9]​ En este contexto hay que situar también los «históricos» colmados “La Concha”, “El Cortijo”, “Las Cancelas”, “El Patio” y “Casa Parrita”, que José Blas Vega estudia y rememora en su obra El flamenco en Madrid.
Placa cerámica de la calle de Arlabán, por Alfredo Ruiz de Luna .