Los tanques aparecieron durante la Primera Guerra Mundial como medio ofensivo para romper los frentes apretujados de ametralladoras y artillería, que provocaban enormes bajas entre la infantería o la caballería atacante.
Generalmente estas armas se instalaban al frente o en los lados del vehículo, con un ángulo limitado de elevación y rotación, lo cual hacía que se tuvieran que instalar varias.
Los alemanes equiparon a su A7V con cañones Sokol o Nordenfelt, del mismo calibre.
Así, durante toda la guerra, hubo una evolución continua, siempre marcada por un crecimiento del calibre y la longitud.
En el bando capitalista, los británicos disponían del 20 pdr (de 83,4 mm) que armaba al tanque Centurion 3.
Los Estados Unidos usaron el Cañón M3 90 mm de 50 calibres, que instalaron a los tanques M26, M46, M47 y M48.
Este cañón se estandarizó en el bloque occidental y lo adaptaron a sus blindados los EE.
Desarrollados a partir de los años 60, también durante la Guerra Fría, su calibre ronda los 120 mm y su uso se ha prolongado hasta la actualidad.
Los alemanes desarrollaron el cañón Rheinmetall 12 cm L/44, que se ha equipado en los tanques Leopard 2, M1A1 Abrams y Merkava III e IV.