Fue capaz de acceder a la casa gracias a su edad y apariencia juvenil, teniendo entre diecinueve y veinte años en ese momento.
Los guardias permitieron que Renault viese a Robespierre, no sin antes hacerla esperar en la antecámara del diputado.
Sólo se le permitió vestir harapos durante su estancia en prisión.
A Renault, su familia y varios otros que la conocían pero no tenían constancia del intento de asesinato les fueron entregadas camisas rojas como señal que los identificaba como asesinos.
Según testigos, se la vio brevemente angustiada durante el trayecto al patíbulo, sonriendo a continuación y acercándose al cadalso en cuanto llegó su turno.