Habita en el nordeste del Brasil, en los estados de: Bahía, Espirito Santo, y Minas Gerais.
Las crías de la especie septentrional nacen con el rostro negro, el cual se va moteando a medida que aumenta su edad.
En la parte inferior del extremo apical caudal posee un parche de piel desnuda o «almohadilla de fricción», que ayuda en el agarre, y permite captar mejor las ramas y así aumenta la estabilidad y fluidez de movimientos durante sus traslados o mientras se alimenta, o para colgar únicamente por su cola para llegar a los alimentos con ambas manos libres.
Sus adaptaciones físicas aptas para largos y rápidos traslados les permitan explotar de manera eficiente los árboles frutales dispersos en grandes áreas.
[2] Sus depredadores naturales son felinos, como el yaguareté (Panthera onca) y el puma (Puma concolor anthonyi), y las grandes águilas selváticas como el águila harpía (Harpia harpyja) o el águila monera (Morphnus guianensis), pero como estas especies requieren grandes superficies para mantener poblaciones viables, ya se han extinguido o son muy raros en los pequeños parches donde viven los remanentes de este primate.
[4] Geográficamente, los dos taxones están absolutamente aislados entre sí, por lo que es imposible algún entrecruzamiento en el medio silvestre.
Ambas especies están separadas no solo por tierras antropizadas y falta de continuidad selvática, sino también por barreras zoogeográficas como el río Grande, el río Paraíba do Sul, y la Serra da Mantiqueira.
Ningún núcleo actual sobreviviente se considera como viable a largo plazo de no cambiar este panorama.
[5] Los esfuerzos de cría en cautividad han tenido un éxito limitado porque no se ha extraído del medio silvestre planteles para iniciar una población cautiva, sino que sólo se ha intentado agrupando animales enfermos o huérfanos,[2] recuperados del tráfico de fauna.