La medida en que el valor del bien depende de esta clasificación se denomina posicionalidad.
Por definición, cualquier persona no puede ser la más popular, en onda o de élite, de la misma manera que cualquier persona no puede ser una estrella deportiva — todos estos términos implican una separación o superioridad sobre los demás.
[2] Sin embargo, la tierra está valorada por su contribución absoluta a la productividad, que no se deriva de su posición relativa.
[5] Por un lado, el gasto público es administrado por agentes que podrían estar igualmente motivados por objetivos posicionales.
El avance tecnológico en sí es posible en parte porque los individuos ricos están dispuestos a comprar y probar nuevos productos.