Fueron los turcos los primeros en abrir fuego, dirigidos a la armada cristiana, que en ese tiempo estaba compuesta solo por los navíos portugueses, con dos naos de Malta y una de Venecia.
Eran diez naos, dos brulotes, dos transportes y una tartana, contra cincuenta y cuatro naos turcas, que, sin embargo, disponían de menor poder de fuego.
El conde de São Vicente no dejaba descansar sus piezas y sus artilleros, y los turcos daban señales visibles de desánimo.
Pero la flota del turco Ibrahim Bajá había quedado prácticamente destruida.
Con esta victoria sobre los turcos Juan V recibió efusivos agradecimientos del Papa y vio la sede de Lisboa elevada a la categoría de patriarcal, Venecia por su lado quedó eternamente agradecida a Portugal.