A través de su diseño, que presenta franjas horizontales de igual tamaño, la bandera no solo refleja la ciudad en su forma moderna, sino que también honra su legado cultural y político.
Este diseño prefiguraba lo que sería la bandera de la ciudad en los siglos venideros.
En 1440, Viena adoptó oficialmente una bandera de franjas horizontales en rojo y blanco.
Tras las Guerras Napoleónicas y la Revolución de 1848, la ciudad experimentó grandes transformaciones políticas.
Esta versión es la más simple y moderna de todas las adoptadas hasta la fecha, y refleja tanto la continuidad histórica de la ciudad como su adaptación a los tiempos contemporáneos.