Destrozada la coalición en la derrota de Famaillá (1841), debió exiliarse en Lima.
No tuvo suerte en sus empresas, y vivió con problemas de deudas.
Para ello adquirió, en Londres, las máquinas a vapor necesarias para instalar un ingenio moderno.
Si bien llegó a fabricar azúcar, dificultades posteriores detuvieron la tarea, hacia 1867.
Por esta razón se lo considera como el pionero de la industria azucarera en Tucumán.