Suelen tener capacidades de 2 o 2,5 kg y medir con una precisión comprendida entre 0,1 y 0,01 g. No obstante, existen algunas que pueden medir hasta 100 o 200 g con precisiones que pueden alcanzar los 0,001 g; y otras que pueden medir hasta 25 kg con precisiones de 0,05 g.[1] Las de rango intermedio (hasta 200-500 g) son muy utilizadas en laboratorios como instrumento de medición auxiliar, ya que aunque su precisión es menor que la de una balanza analítica, tiene una mayor capacidad que esta y permite realizar las mediciones con más rapidez y sencillez, además de que requieren menos cuidados y mantenimiento.
La balanza debe ser calibrada periódicamente y cada vez que se traslada de lugar.
Para ello se utilizan masas patrón que, a su vez, están calibradas con mayor precisión que la precisión de la balanza.
La limpieza es un factor muy importante, por lo cual no deben ubicarse las sustancias directamente en el plato de la balanza, sino sobre un contenedor.
Esto permite no tener que descontar posteriormente la masa del contenedor.