Desde su infancia vivió en su familia un ambiente piadoso, especialmente influido por su madre, que posteriormente tomaría los hábitos e ingresaría en un monasterio.
Pero nada quebrantó su voluntad, ni le apartó del camino que había elegido: la fidelidad a los viejos cánones ortodoxos rusos, la oposición rotunda a las innovaciones nikonianas y una defensa a ultranza de sus fieles seguidores, los viejos creyentes.
En 1667, tras permanecer encadenado y expuesto a la burla del populacho, fue desposeído de su sacerdocio, anatematizado y desterrado a Pustoziorsk (al norte del círculo polar ártico, en la provincia de Arcángel), donde vivió sus últimos catorce años en una choza padeciendo lo indecible y viendo morir como mártires a sus seguidores, antes de terminar ejecutado en la hoguera.
Esta obra posee un carácter misceláneo en torno a la figura del protagonista: acontecimientos de la época, debates religiosos e ideológicos, recuerdos, vida familiar y en comunidad con sus correligionarios, a los que dedica páginas llenas de amor y reconocimiento.
La Vida es una obra clave de la literatura rusa del periodo.