Como reinantes campeones, los australianos no debían nada pero jugaban de local y se encontraban en su mejor momento histórico; pese a un irregular Tres Naciones.
Así hicieron un excelente torneo y no ganaron por un agónico drop de último momento.
Las semifinales los enfrentó a los All Blacks, principales favoritos al título, en el clásico más importante del profesionalismo y repitiendo el duelo de Inglaterra 1991.
Los kiwis alinearon a Greg Somerville, al capitán Reuben Thorne, Justin Marshall, Carlos Spencer y Doug Howlett, pero no lograron quebrar una increíble templanza australiana que les provocó errores y perdieron el partido con penales.
El resultado fue una sorpresa, pero el rendimiento de los británicos superó al oceánico y los hizo merecedores del título.