Durante la Segunda República accede por oposición a una plaza como profesor de dibujo en Valladolid.
Al estallar la Guerra Civil se encontraba en Madrid, y no pudo volver con su esposa, a la que no volvería a ver.
Miembro del Partido Socialista Obrero Español, en la guerra desarrolló tareas de actividad propagandista en carteles y murales, colaboró en el trasladado y salvamento de los cuadros del Museo del Prado a Valencia, donde se estableció en 1937, abandonando el frente de la capital.
Mantiene contacto con otros españoles refugiados, frecuenta las tertulias con los compatriotas y comienza una nueva etapa al serle concedida la nacionalidad mexicana en 1941.
Su obra se divide en dos partes, siempre dentro del paisajismo: la que desarrolla en España, donde sus cuadros muestran una renovada imagen de los campos de Castilla, a la que regresa en toda su producción, y la más luminosa que la emigración le ofrece en otro ambiente, clima y país como México.