Fue admirada en la Antigüedad por la esmerada educación que impartió a su hijo Julio César.
Enviudó hacia el año 85 u 84 a. C. y no volvió a casarse, pasando el resto de su vida en casa de su hijo.
[7] El futuro dictador le dijo que «él no regresaría a casa sino como pontífice» según la versión de Suetonio [8] o «madre, hoy verás a tu hijo sumo pontífice o desterrado» según la versión de Plutarco.
[9] Durante los ritos de Bona Dea del año 62 a. C. (que se celebraban anualmente en casa del pontífice máximo), una sirvienta descubrió la intrusión de Clodio.
[10] En el juicio que siguió, Aurelia testificó por el sacrilegio de Clodio, a pesar de que su hijo renunció a acusarlo.