Doscientas doce personas resultaron heridas, pero no hubo muertos.
[2] El atentado fue condenado por los gobiernos británico e irlandés, al igual que el presidente de Estados Unidos Bill Clinton.
Cinco días después del atentado, el IRA emitió una declaración en la cual aceptaba su responsabilidad, pero lamentaba haber herido a civiles.
Varios edificios cercanos a la explosión fueron dañados de forma irreparable y debieron ser demolidos, mientras que muchos otros permanecieron cerrados por meses debido a reparaciones estructurales.
Los perpetradores del ataque no han sido aprehendidos y la policía del Gran Mánchester ha aceptado que es improbable que alguien sea procesado en relación con el atentado.