Durante la Revolución rusa se inició un movimiento para poner todas las artes al servicio de la causa.
No obstante este último buscó demasiada independencia respecto al dirigente Partido Comunista de los bolcheviques, se ganó la actitud negativa por parte de Vladímir Lenin, para 1922 declinó considerablemente, y fue con el tiempo disuelto en 1932.
Sin embargo, las ideas de la vanguardia, con el tiempo, chocaron con la dirección, patrocinada desde el Estado, del recién surgido realismo socialista.
Aunque no se produjo ningún cambio oficial de política, los artistas comenzaron a sentirse libres para experimentaren su obra, con mucho menos miedo por las repercusiones que durante el periodo stalinista.
En los años cincuenta, el artista moscovita Eli Beliutin animó a sus estudiantes a experimentar con la abstracción, una práctica ampliamente desaconsejada por el sindicato de artistas, que estrictamente apoyaba la política oficial del realismo socialista.
Aunque no se adhirieron a ningún estilo común, estos artistas buscaban expresarse a sí mismos fielmente del modo que cada uno estimaba adecuado, más que adhiriéndose al estilo propagandístico del realismo socialista.
Entre las obras tópicas del realismo socialista, había unas pocas obras abstractas de artistas como Ernst Neizvestny y Eli Beliutin, que Jruschov criticó diciendo que eran una «mierda», y los artistas unos «homosexuales».
Tanto en el mundo del arte como el público en general, se ha dado poca consideración al carácter estético de la obra producida en la URSS en los años setenta y ochenta.
Los artistas implicados habían escrito a las autoridades pidiendo permiso para celebrar la exposición, pero no recibieron respuesta.