Antonio García del Canto
94, en cuya organización trabajó mucho hasta que pasó posteriormente al ejército de Filipinas.A su regreso a Manila fue encargado del arreglo del archivo de guerra, lo que verificó con el mayor celo en el espacio de dieciocho meses, mereciendo ser recomendado al gobierno de S. M. Hallábase en esta ocasión muy en boga en Manila un liceo artístico y literario, de que no tardó en ser socio García del Canto: sus conocimientos en declamación le hicieron distinguirse muy en breve; mas no era esta la carrera a que se hallaba llamado.Pasó luego a Joló en una comisión extraordinaria cerca del sultán, en que consiguió su objeto aunque no sin correr grandes peligros; y después de haber visitado las islas Yisayas, regresó a Manila.Poco tiempo permaneció después de esto en Filipinas, regresando a la Península en noviembre siguiente, durante cuyo viaje visitó Singapur y Santa Elena, escribiendo en esta isla una poesía a la memoria de Napoleón.La literatura le ha indemnizado en cierta manera de su poca fortuna en la carrera militar, y desde 1854 ha publicado con muy buena acogida «La calavera milagrosa», leyenda fantástica en verso.Los misterios de Filipinas (1859), Los tres hijos del crimen (1860), Candelas (1802) novelas todas que han llegado a hacerse populares.