Terminada esta guerra, regresó a la casa paterna, con licencia indefinida y el empleo de alférez.
Durante su primera época en dicha campana sirvió a las inmediatas órdenes de los generales Villarreal, Eguía y Zumalacárregui, distinguiéndole éste notablemente.
En estos destinos dio a conocer las especiales condiciones de mando y de carácter que le distinguían, así que, ascendido a coronel, se le confirió el mando del regimiento de Asturias, que en poco tiempo llegó a alcanzar fama en instrucción y disciplina entre todos los demás cuerpos del ejército.
En pocos meses aquellos batallones eran la escuela del ejército, y con ellos atacó en 1856 a la milicia sublevada en Madrid, logrando por sus esfuerzos, si no en todo en la parte principal, dominar el pronunciamiento.
[1] Todos estos hechos y algunos otros crearon al brigadier Mogrovejo tal reputación en el ejército, que ya desde entonces su nombre figuraba entre los primeros.
En un año logró que dicho regimiento se colocara a la altura de los mejores del arma.
[7] Según Melchor Ferrer, se le confió la organización de un cuerpo expedicionario a Castilla, pero no salió la expedición.
[8] En 1875 era jefe del Cuarto militar de Carlos VII,[6] quien depositó en él toda su confianza.