Desde 1888, pasó varias estancias en Arbucias, donde pintó paisajes y participó en veladas promovidas por Víctor Balaguer.
En los inicios del siglo XX estableció su estudio en París, años que fueron de una gran lucha por reivindicar y mejorar su capacidad pictórica, asistiendo a la Académie Julian.
Fue Anglada Camarasa admirado por el escritor ruso Máximo Gorki y el director teatral Vsévolod Meyerhold, hasta el punto de que el segundo realizó en San Petersburgo una escenografía basada en la obra del pintor catalán.
En tal caso, Anglada Camarasa es todavía un representante de la Belle Époque; sin embargo, supo acompañar la evolución del arte durante la primera mitad del siglo XX aproximándose moderadamente a las vanguardias de ese siglo sin abandonar, por ello, cierto toque impresionista.
La singularidad de su trabajo se reforzó cuando en 1913 inició su residencia en las islas Baleares hasta donde le acompañó su aventajado discípulo Tito Cittadini, y fue seguido por el pintor mallorquín Joan Fuster Bonnin.