Para el siglo I d. C., se había convertido en uno de los dos dioses más importantes y adorados del panteón armenio, junto con Mitra.
En Armenia, el culto a Anahit se estableció en Erez, Armavir, Artashat y Ashtishat.
Durante la expedición de Marco Antonio en Armenia, la estatua fue hecha pedazos por los soldados romanos.
Plinio el Viejo nos cuenta la siguiente historia al respecto: el emperador Augusto, que fue invitado a cenar por uno de sus generales, le preguntó si era cierto que los destructores de la estatua de Anahit habían sido castigados por la audaz diosa.
La festividad anual del mes de Navasard, celebrada en honor a Anahit, fue motivo de grandes reuniones, asistidas con baile, música, recitales, concursos, etc.