Durante el año 1989 logró dos títulos en la Copa del Mundo en 400 y 800 metros, por lo que fue galardonada como mejor atleta femenina a nivel mundial.
Era la gran favorita para imponerse en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, pero la no participación de Cuba en solidaridad con Corea del Norte le impidió convertirse en campeona olímpica.
La opinión de muchas personas era que la atleta no iba a poder incorporarse nuevamente al deporte por lo que ese sería el fin de su carrera.
Los avances en la medicina cubana y la voluntad de salir adelante hicieron que unos meses después del accidente se incorporara a la pista.
Semejante proeza se repetiría dos años después en Grecia, esta vez con tiempo de 1:57,14.